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Introducción.
Maite y la anciana Alegría narra la historia de una niña a la que le cuesta mucho valorar las cosas que tiene, pues la envidia la tiene cegada..
Todos tenemos cosas maravillosas en nuestras vidas, sólo tenemos que aprender a disfrutar de ellas.
Cuento. “Maite y la anciana Alegria”
Maite siempre había tenido muchas amigas y casi siempre jugaban juntas en el cole, aunque a veces se enfadaban y decidían jugar por separado. Pero pronto se reconciliaban y volvían a disfrutar de su amistad.
Alguna vez, Maite, se ha quedado a dormir en casa de una de sus amigas. Eso le encantaba. Pero cuando regresaba a su casa no paraba de quejarse – que si mi amiga tiene ipad, consola, televisión en su dormitorio, ordenador…. Y yo no-
Sin embargo, cuando sus amigas venían a su casa, todas le hacían ver lo mucho que molaban sus padres. Ellos siempre salían de excursión con la bicicleta, jugaban a la pelota con ellos y los llevaban a los parques o les programaban actividades súper divertidas, como ir al cine, a montar en barca, al planetario, u otras cosas más.
Pero Maite seguía con sus envidias, nada era suficiente para ella.
Una mañana, al despertar, Maite encontró sobre su escritorio un diminuto vaso con un líquido morado. Junto al vaso, había una minúscula nota en la que se podía leer con mucha dificultad: “si quieres conocer el lugar donde habita la alegría, debes beber el brebaje que contiene el vaso”
Maite estaba un poco confusa, pero se bebió el líquido morado. De pronto, toda la habitación comenzó a hacerse gigante, su ropa crecía y crecía y ella no sabía qué hacer. Estaba muy asustada. Justo cuando iba a comenzar a llorar, escucho un lindo sonido que parecía pronunciar su nombre.
Por algún motivo ese sonido la calmó. En un abrir y cerrar de ojos apareció, entre su inmensa ropa, una preciosa joven que envolvió a Maite con un lindo vestido y le pidió que la acompañase – has bebido la pócima de la alegría, así que hoy disfrutarás de un día en la ciudad mágica de la paz –
Sin apenas darse cuenta, estaba sobrevolando su habitación con aquella joven, y un instante después, aterrizaban en la ciudad más bonita que había visto jamás.
Las casas brillaban de alegría. Las calles resplandecían de ilusión. Los niños y las niñas sonreían y no fruncían el ceño. Cada paso que daba en la ciudad de la paz hacía que Maite se sintiera más y más ilusionada, aunque no sabía muy bien a qué se debía su emoción.
La joven llevo a Maite a una preciosa casita donde le aguardaba la más sabia habitante de la ciudad, la anciana Alegría.
– Hola pequeña Maite. Me hace muy feliz que hayas querido beber nuestra pócima mágica. Es un brebaje que aprendí de mis antepasados y que sólo puedo utilizar en circunstancias muy especiales y tú eres una eres una de esas excepciones. Veras, te he estado observando. Tienes unos padres que siempre están pensando en ti. Preparan juegos y excursiones y disfrutan enormemente de su tiempo contigo. Eres una niña afortunada y por eso, no comprendo porqué envidias a tus amigas.
No te falta de nada, tienes mucho más de lo que otros pudieran imaginar y posees el mayor de los tesoros: el amor de tus padres.
Sé que a veces tienes mucha envidia de las cosas que tienen tus amigas y no entiendo muy bien porqué.
– Tienes usted razón. No sé lo que me pasa pero no puedo remediar sentirme así.
– Bueno, verás lo que voy a hacer. Como sé que eres una buena niña, te voy a ayudar. Esto es lo que tienes que hacer: cada mañana vas a pensar en las cosas que te gustan y te hacen sentir bien como tu mascota, tu habitación, tus padres, o cualquier suceso que te haya ocurrido y te haya hecho un poco más feliz. Debes retener ese pensamiento durante unos minutos para que se haga hueco en tu mente. De ese modo los pensamientos alegres irán robando espacio a la envidia.
– ¿Solo eso? ¡qué fácil! Gracias Alegría, prometo hacerlo cada mañana.
La anciana Alegría y Maite se despidieron con un tierno abrazo. Entonces apareció la joven y acompañó a Maite de regreso a su hogar.
Al sentarse en su cama sintió unas incontrolables ganas de dormir y casi sin darse cuenta se sumergió en un profundo sueño. Al despertar, todo había vuelto a la normalidad, pero Maite ya no era la misma. Ahora conocía el secreto de la alegría y sabía cómo evitar la envidia.
Así que abrió su ventana y dejó que la luz del sol entrara en su habitación. Escuchó el canto de los pájaros y el secador de mamá que se arreglaba en el baño. Cerró los ojos y retuvo sus pensamientos alegres en la mente. Ya nunca más volvió a sentir envidia por lo que los demás tenían, pues su mente se llenó de pensamientos de paz y armonía.
FIN
Autora: Beatriz de la Heras García
Preguntas sobre el cuento.
- ¿Crees que Maite lo pasaba bien cuando dormía en casa de alguna amiga?
- ¿Cómo se sentía cuando estaba fuera de casa?
- ¿Qué pensaban sus amigas cuando iban a su casa?
- Cuando ves los juguetes de tus amigos, ¿cómo te sientes?
- ¿Qué encontró Maite sobre su escritorio? ¿para que servía?
- ¿Qué consejo le dio la anciana alegría para a Maite?
- ¿Sabes que si retienes los buenos pensamientos durante un minuto, las cosas malas suelen marcharse? Pruebalo, seguro que te sorprende.
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