CUENTO SOBRE LA PEREZA – ¡Maite, date prisa!
Contenidos
Introducción.
Conocer todo lo que nos perdemos por no querer hacer cada cosa en su momento. Con este cuento sobre la pereza aprenderás que el tiempo, bien aprovechado, siempre te traerá maravillosas sorpresas. No seas perezoso y así tendrás más tiempo para disfrutar.
¿Conoces al ángel del tiempo? En este cuento sobre el tiempo perdido podrás conocerle…
Cuento. “¡Maite, date prisa!”
– Despierta cariño- Es la voz de la mamá de Maite, que cada mañana intenta despertarla suavemente para que empiece el día de buen humor.
Pero como cada día, Maite se levanta refunfuñando y nunca a la hora que le dice su madre. Por más que le insisten en que van a llegar tarde al cole y al trabajo, parece que a Maite eso no le afecta en absoluto.
Ella decide bajar las escaleras despacio, desayunar despacio y a veces ni siquiera desayuna, y mejor no hablar de lo que tarda en arreglarse. Mientras su madre no para de correr por toda la casa, recogiendo, haciendo las camas y terminado de peinarse, Maite no ha empezado ni a lavarse los dientes.
Cuando llega el momento en que la mamá de Maite le pregunta -¿Cómo vas, ya te has vestido?- y Maite está aún sentada, mirando la ropa, sucede que el gesto apacible de su mamá se convierte en un descomunal estallido de ira – No lo puedo entender – grita la mamá, – si sabes que vamos tarde ¿porqué no te apresuras? No puedes pretender que yo haga todo. ¿Es qué no entiendes que el tiempo pasa mientras tu miras a las musarañas? –
Y en lugar de darse prisa para evitar que su mamá se enfade más, Maite sigue pausada y ahora súper enfadada y desafiando a su madre – Pues ahora no me visto, por gritarme. –
Y así, cada día la mamá de Maite lucha porque su hija entienda la importancia del tiempo y de hacer las cosas un poco más rápidamente, pero nada sirve para que Maite cambie su actitud perezosa y desinteresada en cuanto a las horas.
Una tarde, Maite y sus padres salen de paseo. En el parque de El Retiro han puesto una feria de antigüedades y la familia decide ir a pasar el día allí y de paso montar en barca, algo que a la pequeña le encanta.
Pero antes de ir al lago, los padres de Maite quieren dar una vuelta por los puestos que hay en el paseo. Cuando ya han visto varias exposiciones de antigüedades, Maite comienza a impacientarse. – Mamá, ¿nos vamos ya a las barcas?, se nos va a hacer tarde y vamos a tener que esperar mucha cola ¡Vamos mamá!-
En ese momento, sus padres están junto a un precioso puesto de relojes. – Maite – replica su madre – ahora estoy viendo los relojes, no seas impaciente. ¿A que no te gusta que te hagan esperar? Pues a mí tampoco me gusta que cada mañana me hagas ir corriendo y enfadada. Ahora te toca esperar a ti –
A Maite le da mucha vergüenza que su madre le riña en público, no soporta que la gente se entere de las cosas que hace mal.
Mientras sus padres avanzan al siguiente puesto, la pequeña se queda rezagada en el puesto de los relojes, intentando llamar la atención de sus padres, pero parece que su pataleta no funciona. Mamá y papá están disfrutando de su paseo y no van a permitir que la falta de respeto de Maite les arruine la tarde. Al fin y al cabo, hoy es un día en familia y todos, incluidos papá y mamá, se merecen disfrutar, así que Maite tendrá que esperar a que llegue su turno con las barcas y ahora es a ella a la que no le gusta que sus padres no se den prisa.
Con tanto enfado, Maite no se percata de lo que tiene a su lado. Finalmente, cuando deja de fruncir el ceño, gira su cabeza y puede observar un precioso reloj antiguo de cadena.
En la tapa lleva grabado un precioso ángel en relieve. Maite abre el reloj y dentro encuentra una inscripción donde acierta a leer “si pierdes el tiempo, perderás tu ángel”.
Entonces, el tendero que regenta el puesto se acerca y le dice en voz baja – Parece que el reloj te ha elegido. Es un reloj muy especial, yo diría que mágico, pero no todos pueden apreciar sus enseñanzas. Si lo quieres, es tuyo, te lo regalo-.
Maite no sabe si aceptar un regalo de aquel desconocido, pero algo le dice que debía cogerlo. Y así lo hace. Guarda el reloj en el bolsillo y corre junto a sus padres.
La tarde pasa tranquila y en familia. Al llegar a casa y meterse en la cama, Maite saca su reloj secreto y lo guarda en un pequeño joyero que tiene junto a la cama. Está tan cansada que se queda dormida en un santiamén. Pero algo la despierta en plena noche. Un destello sale del joyero y…. ¡es el ángel de su reloj!
– Hola Maite, soy el ángel del tiempo. Sólo estaré aquí esta noche, así que debemos apresurarnos para mostrarte todo lo que te pierdes por dejar pasar las horas. El tiempo es muy importante y tienes que saber cómo utilizarlo para no volver a perder tu ángel.–
Maite se levanta y acompaña al ángel sin mediar palabra.
– ¿Recuerdas aquel día que mamá llegó tarde al trabajo porque tú no querías vestirte? – La pequeña asiente con la cabeza.
– Mira lo que habría ocurrido si hubieses respetado el tiempo –
El ángel le muestra una imagen en la que su madre llegaba pronto, y al llegar a su hora, podía salir antes del trabajo. De camino al coche, antes de ir a recoger a Maite al colegio, encontraría una preciosa muñeca que la pequeña llevaba tiempo pidiendo y su madre, orgullosa por el comportamiento de su hija, se la habría comprado.
– Sin embargo, como tu madre llegó tarde por tu culpa, no pudo salir pronto de la oficina. Tuvo que correr para llegar a tiempo a recogerte al colegio y no se percató de la preciosa muñeca que había en el escaparate. Además, aunque la hubiera visto, ¿crees que te la habría comprado? ¿te la merecías?
“perdiste tu ángel”
– ¿Recuerdas el día que llegaste la última a clase porque no te daba la gana darte prisa y te quedaste un buen rato enfadada y sentada en el baño?
De nuevo Maite asiente con la cabeza, totalmente avergonzada.
El ángel le vuelve a mostrar una imagen. En esta ocasión, su profesora, la había elegido para que fuese la protagonista de una breve función que iban a representar ese mismo día. Pero como Maite llegó tarde, tuvo que elegir a una compañera. Su profesora se puso muy triste, porque sabía lo mucho que le hubiera gustado a Maite hacerlo y estaba segura de que lo habría hecho fenomenal.
El ángel repite otra vez – “perdiste tu ángel”-
– Ven Maite, volvamos a tu habitación –
La niña le da la mano y un instante después ya está sentada sobre su cama.
– No quiero que te pongas triste pequeña. Yo soy ese ángel que tantas veces has perdido. Yo soy las oportunidades de disfrutar y de ser feliz que dejas pasar por no querer ser responsable y tener en cuenta el tiempo. Si dejas que pasen las horas enfadada y sin esforzarte, estarás dejando pasar las cosas buenas de la vida.
Maite coge la mano de su ángel y le pide perdón. – A partir de ahora no dejaré que te vuelvas a escapar. Voy a esforzarme para no perder el tiempo y hacer las cosas bien.-
– ¡Eso es Maite!, ya verás que orgullosa está mamá de ti y lo más importante, tú te vas a sentir bien, vas a sentirte responsable y eso te hará disfrutar mucho más de todo.
El ángel pasa su mano por el rostro de la pequeña y poco después Maite se despierta junto al puesto de los relojes.
Gira la cabeza y allí estaba el precioso reloj con el ángel grabado. Lo abre y dentro puede leer “Has recuperado tu ángel, ¡disfruta del tiempo!”
Desde aquel día Maite ya nunca más volvió a perder el tiempo. Nunca volvió a llegar tarde a clase, porque sabía que perder el tiempo podía suponer perderse la cosas buenas. Aunque no todos los días habría grandes sorpresas, no podía dejar escapar las oportunidades que se le podrían dar. Al fin y al cabo, no quería volver a perder su ángel.
FIN
Autora: Beatriz de las Heras García
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