Cuento ganador del concurso de escritura creativa en familia.
AMPA CEIP Infanta Leonor. (San Agustín del Guadalix) Madrid.
AUTORA: Inés Gilabert Chumillas y Familia (12 años – 6º Primaria)
Categoría: Primaria (4º, 5º y 6º).
Una vez, en algún tiempo, en un lejano bosque, vivía una ranita en su tranquila charca.
Era un lugar precioso rodeado de grandes árboles, que cubrían de sombra en las horas de fuerte sol de verano y flores de intensos colores, que llamaban la atención de abejas y otros insectos deseosos de beber su néctar.
Un día, la ranita estaba descansando en su nenúfar preferido, mirando el agua tranquila de su charca, cuando de repente vio algo que le impresionó y llamó su atención poderosamente. Allí, reposando en el agua había algo brillante, redondo y blanco que inquietaba cada vez más a la ranita.
La ranita se agazapó y preparándose para el salto, medía la distancia para no gallar. Llena de cierto miedo, saltó y cayó de lleno sobre esa bola. La ranita se hundió en el agua.
Miró entre sus ancas si lo había atrapado, pero allí no tenía nada. Al subir al nenúfar miraba los círculos que hacía el agua por su salto y, cuál fue su sorpresa, al ver con estupor que al acabar el último circulo volvió a aparecer aquella bola, dejando a la ranita helada y con los ojos super abiertos. La ranita, incrédula, se volvió a preparar mientras pensaba cómo podía haber errado su captura si había caído encima de ella. Apretó sus ancas, cogió impulso y saltó. Un salto sobre esa blanca y reluciente bola. Convencida de que ahora si que la había cogido, la ranita asomó su cabeza victoriosa sobre el agua, cuando de repente, al acabar el último círculo en el agua apareció la bola brillante y quieta en el mismo sitio.
La ranita salió rápidamente del agua, asustada a refugiarse en su nenúfar.
La ranita temblaba de miedo y no podía quitar sus enormes ojos de aquella hipnótica bola.
No muy lejos de la charca, apoyado en una gruesa rama de árbol, había estado observando lo sucedido un viejo y sabio búho real, que ante aquella situación no pudo hacer otra cosa que intervenir.
Abriendo sus grandes alas descendió hasta la charca, cerca de la joven ranita.
– Hoja joven ranita – dijo el sabio búho con cierto aire humorístico.
– Buenas, viejo búho ¿cómo estás? – respondió la Ranita.
– Te he estado observando hace rato y he visto lo que está pasando en tu charca – dijo el sabio búho – yo te puedo ayudar a pasar tu miedo –
– ¿Sí? ¿Realmente podrías ¿Yo soy joven y rápida, he saltado sobre esa bola y no he sido capaz de cogerla, tu eres más anciano y no podrás – respondió la ranita con cierto desconsuelo.
– Nunca te fíes de las apariencias y debes de saber que viejo ha vivido más y por eso es más sabio que el joven – le respondió con voz tranquila el viejo búho y continuó – Es verdad que eres joven y rápida, pero por muy rápida que seas nunca podrás coger esa bola que hay en tu charca, a no ser que dieras el salto más alto y grande de tu vida –
– ¿Por qué dices eso? Yo salto muy alto – dijo arrogante la ranita.
– Mira ranita. Muchas veces lo que vemos no está tan cerca como nos parece y por mucho que te obsesiones nunca podrás llegar a alcanzarla – le respondió con gran sabiduría el búho del bosque – Aunque ha estado muy bien tu afán por conseguirlo. Ahora levanta la cabeza y mira hacia arriba. Lo que ves se llama cielo y verás algo más – Afirmó con tono misterioso el búho.
La ranita levantó la cabeza y allí arriba quieta y brillante estaba esa bola. La ranita no daba crédito a lo que veía – ¿Qué es? ¡Dime qué es, sabio búho!
– Eso que ves, tan bonita y brillante, se llama luna – le comentaba el viejo búho con cariño, contento por enseñar a la joven ratina más cosas de su naturaleza. Está a miles de kilómetros de nosotros, pero la vemos así de impresionante siempre de noche. Cuando está así de redonda se dice que es luna llena y su inmensa luz da brillo a todo nuestro hermoso bosque.
– ¡Es preciosa! – respondió la ranita con admiración.
– Bueno joven ranita, disfruta de ella cuando se bañe en tu charca y recuerda, todo se aprende con la experiencia que te va dando la vida según vas creciendo-.
– En verdad eres sabio y tu experiencia hace que sepas grandes cosas, aprenderé de todo lo que me rodea para ser como tú – dijo entusiasmada.
– Eso está muy bien ranita – dijo el búho y, mientras lo decía, levantaba el vuelo con sus aires señoriales hasta la rama de su árbol.
Desde entonces todas las noches de luna llena, la ranita desde su charca, croa, en honor a aquella hermosa luna que la hipnotizó.
FIN
Podéis entrar y ver el cuento original con sus ilustraciones AQUÍ