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Introducción.
El abeto de Navidad es una historia de tres amigas y el árbol de Navidad que os mostrará el verdadero significado de la Navidad y la magia de la Ciudad de Papá Noel. Un viaje que hará que las protagonistas descubran sentimientos y valores tan importantes como la bondad, el respeto a la familia y a los amigos y la empatía por aquellos que nos piden formar parte de nuestra amistad.
María, Andrea y Claudia habían preparado una magnífica merienda para celebrar que empezaban las vacaciones de Navidad. Cada una debía llevar un dulce para compartir con sus amigas.
El plan era merendar, ver una peli y dormir todas juntas en casa de María…un inicio de vacaciones inmejorable.
Andrea fue la primera en llegar a casa de María y rápidamente se subieron a su cuarto para jugar mientras esperaban a Claudia.
Ya llevaban un buen rato jugando, cuando se abrió la puerta de la habitación. -¡Claudia! – Gritaron las niñas emocionadas – ¿Por qué has tardado tanto? ¿Qué has traído para la merienda? Nos morimos de hambre. ¡Vamos a ver la peli!
Estaban tan emocionadas, que no se dieron cuenta de que Claudia estaba menos animada de lo habitual.
A pesar de todo, las tres niñas pasaron una tarde estupenda. Todas coincidieron en que la peli era preciosa y los dulces les habían salido de maravilla.
Salieron un rato a jugar al parque, donde había un precioso abeto que alguien había decorado con gran esmero. Lo cierto es que nunca antes se habían fijado en él. Tal vez las luces y adornos hacían que ahora les llamase más la atención.
– ¿Os habéis fijado? Es precioso. Nunca lo había visto. Pero es enorme, es imposible que alguien lo haya traído hasta aquí- dijo María sorprendida.
– Tienes razón, no recuerdo ningún abeto en este parque.- afirmó Andrea.
Claudia estaba callada observando el árbol con cierta melancolía en su rostro pero, de nuevo, su tristeza pasó desapercibida para sus dos amigas que estaban totalmente abducidas por las magnificas luces, guirnaldas y decoraciones que lucía el árbol.
Entonces Claudia se acercó al árbol, como si alguna fuerza la estuviera empujando hacia él. Sus manos se levantaron y sin ser consciente de sus actos abrazó el tronco del abeto y desapareció.
María y Andrea se acercaron incrédulas y, antes de poder ir a pedir ayuda a sus padres, la misma fuerza extraña que empujó a Claudia, hizo que las dos amigas abrazaran el tronco y desaparecieran.
Pronto las tres niñas se reencontraron en un prado completamente cubierto por la nieve, junto al mismo abeto que les había transportado hasta allí.
Las tres se dieron la mano sin mediar palabra, hasta que María comenzó a llorar de miedo.
De repente, un precioso carro tirado por dos caballos negros apareció de la nada y se detuvo frente a ellas.
Una voz les hizo girarse. El abeto habló -vuestra preciosa amistad os ha hecho merecedoras del gran honor que hoy os trae aquí.
– ¿Dónde estamos? – preguntó Claudia.
– Vosotras mismas lo descubriréis. Todos los que formamos parte de este lugar conocemos bien lo que significa el “Espíritu de la Navidad” y queremos mostrároslo. Durante todo este año, os hemos observado y las tres habéis mostrado una amistad sincera y fiel. Pero estos últimos días la emoción de las vacaciones os ha hecho perder de vista lo realmente importante.Ahora montad en el trineo. Estos caballos os traerán de vuelta cuando estéis preparadas para contestar a mi pregunta.
– Os voy a hacer una pregunta que no debéis contestar aún ¿Cuál es el verdadero “Espíritu de la Navidad”?
Las niñas subieron al magnífico carro y se cubrieron con unas mantas que parecían preparadas para ellas. Entonces los caballos negros comenzaron a cabalgar, alejándose cada vez más del abeto parlanchín.
La primera parada fue en la cueva de la familia de osos polares. Allí pudieron ver a mamá y a papá osos tremendamente preocupados por su hijo el osito polar. El pequeño oso era muy bueno con todo el mundo, pero en casa se portaba fatal con sus padres, a pesar de que ellos eran muy buenos y pacientes.
El pequeño oso se enfureció con sus padres cuando estos no le regalaron el juego que él había pedido por su cumpleaños. A cambio, mamá y papá osos, le habían comprado un juego parecido y algo de ropa que el joven necesitaba para ir a la escuela.
Lo que el osito no sabía es que el juego que él quería era muy caro y sus padres no podían gastar tanto dinero.
Andrea agacho la cabeza y dijo – ese osito me recuerda a mí.
Sus amigas se giraron sin saber a qué se refería. Andrea era la más buena de las tres. Siempre estaba pendiente de los sentimientos de los demás y se preocupaba mucho de aquellos que se mostraban tristes… ¿a qué venía este comentario?
– Si, últimamente me porto muy mal con mis padres. Ellos se esfuerzan mucho, pero yo siempre estoy enfadada. En mi casa no pueden comprar tantos juguetes como en las vuestras y, aunque ellos me dan otras muchas cosas, yo nunca estoy conforme con nada.- explicó Andrea cabizbaja.
– Tus padres siempre están dispuestos a jugar contigo, te llevan a hacer excursiones,… Tienes mucha suerte, Andrea, y no debes tener envidia de los juguetes que tenemos, porque nosotras somos amigas y te los prestaremos siempre que quieras. Explicó María.
Las amigas se fundieron en un abrazo y los caballos volvieron a ponerse en marcha, haciendo que las niñas se cayeran de sopetón sobre sus asientos.
Tras un rato de risas por la divertida caída, los dos caballos volvieron a detenerse.
Entonces pudieron observar a tres preciosos alces jugando entres los árboles del bosque.
El más grande no paraba de decir lo que los otros dos debían hacer y, aunque parecía que los tres lo pasaban en grande, era evidente que uno de ellos era algo mandón. Cuando uno de los otros dos alces quisieron cambiar de juego, el alce grande puso cara de enfado y sus amigos volvieron a jugar para que el gran alce no se enfadara.
María que siempre llevaba la voz cantante en la amistad de las tres niñas, dijo – esta vez, la que se ha visto reflejada he sido yo. Os pido perdón, amigas, porque soy bastante mandona y no acepto nunca vuestras ideas. Si alguna vez vuelvo a poner mala cara cuando queráis cambiar de juego, no me dejéis ser tan caprichosa.
Una sonrisa de complicidad hizo que María entendiese que sus amigas la perdonaban.
El carro arrancó y antes de que pudieran parar en algún lugar, Claudia les dijo- mis padres se van a divorciar.
Los caballos se detuvieron. María y Andrea observaron a su amiga en silencio.
– No os habéis dado cuenta, pero estoy muy triste, porque nos lo acaban de contar a mi hermana y a mí. Ellos dicen que nos van a querer igual. Estas Navidades pasaremos las vacaciones separados, unos días con mamá y otros con papá.
En silencio, sin decir nada, María y Andrea abrazaron a su amiga. Entonces las tres amigas prometieron cuidarse mutuamente y no volver a guardarse secretos tan importantes, porque la verdadera amistad debía basarse en la confianza y la comprensión.
Claudia sonrió. Parecía haberse quitado un gran peso de encima, pues ahora sabía que contaba con el apoyo de sus dos amigas que la ayudarían a sentirse un poco mejor.
Los caballos se pusieron en marcha. Aunque las muchachas no lo sabían, aún les quedaba una última parada.
A lo lejos pudieron ver un montón de niños jugando. Era el patio de su colegio.
Ellas mismas estaban en esa imagen. Saltaban a la comba y cada vez que alguien venía a preguntar si podían jugar, les decían que no y se reían. Su reducido círculo de amistad no dejaba paso a nadie y tampoco les dejaba ver lo que ocurría a su alrededor.
Entonces pudieron observar que la niña que siempre les pedía jugar con ellas estaba completamente sola en el patio. Sin amigas.
Lo cierto es que en clase tampoco tenía a nadie cerca, porque ningún compañero quería sentarse junto a “la rara”.
Se sintieron muy mal al ver que no todo el mundo podía disfrutar de una amistad como la que ellas tenían, al ver que no todos eran felices con sus amigos.
El carro echó a andar y se detuvo junto al abeto que les había llevado hasta aquel paisaje nevado.
El abeto les volvió a preguntar. ¿Entendéis ahora cuál es el verdadero “Espíritu de la Navidad”?
Clara, se atrevió a hablar en nombre de todas -No existe el “Espíritu de la Navidad”. Lo que si existe es la amistad sincera y la bondad que debe prestarse a diario y no solo a los que están a nuestro lado, sino a todos los que nos rodean.
María continuó – Debemos escuchar y observar tanto a nuestras amigas como a los que quieran participar de nuestra amistad, siendo solidarios y dejando de lado nuestro orgullo.
Andrea tomo el relevo y dijo – Hay que cuidar a los que nos quieren y no sólo a los de fuera. Porque nuestras familias también necesitan que les mostremos amor y comprensión.
El abeto suspiró complacido. Las tres niñas ahora sabían lo que era la verdadera amistad, la solidaridad y habían abierto sus corazones para confiar las unas en las otras.
María, que veía que pronto volverían a casa, decidió preguntar al abeto- ¿vamos a poder ver la ciudad de Papá Noel y los duendes de Navidad?
El abeto sonrió – Buscad en vuestros corazones, soñad, soñad y soñad y sólo así podréis encontrar la Ciudad de Papá Noel. Pues los lugares mágicos sólo se pueden conocer si tienes fe en ellos. Si sois sinceras con vuestros sentimientos y creéis de verdad en Papá Noel, esta noche os encontraréis una magnifica sorpresa.
Abrazaron el abeto y regresaron al parque donde jugaban, pero ya no había nada.
El abeto había desaparecido.
Hacía bastante frío y las tres pequeñas decidieron regresar a casa de María, donde su madre les esperaba con una deliciosa y calentita cena.
El largo viaje que habían hecho les había dado mucha hambre y comieron como si no existiera más comida en el mundo. Claro está que la mamá de María estaba encantada de que les gustase tanto aquello que les había preparado.
No conseguían quitarse de la cabeza las palabras del Abeto de Navidad “si creéis de verdad en Papá Noel, esta noche os encontraréis una magnifica sorpresa”
Saciadas de tanto comer y agotadas del excitante viaje, las amigas se subieron a la cama. Sentadas en círculo, sobre las camas, comenzaron a imaginar cómo sería la ciudad de Papá Noel.
– Seguro que allí los tejados de las casas son de galleta y las chimeneas están siempre encendidas y nunca quitan las decoraciones y luces de Navidad.
– Y además todos los duendes serán muy felices y jugarán los unos con los otros…¡no debemos olvidar que hay que hacer caso a todos los niños que quieran jugar con nosotras! Recordad a la niña del cole.
– En la ciudad de Papá Noel no existirá la tristeza, porque allí la fantasía y la ilusión es lo único que cuenta.
Todas tenía imágenes en sus cabecitas sobre cómo sería la ciudad de Papá Noel. Cerraron los ojos por agotamiento, pero con la convicción de que algo maravilloso les esperaba en sus sueños.
Y así fue….a la mañana siguiente las tres amigas se miraron con la complicidad de haber recibido el mejor regalo de sus vidas. Algo mágico les había ocurrido por la noche y las tres sabían muy bien lo que había sucedido.
Pero claro está, les habían hecho prometer que todo formaba parte de un gran secreto y las niñas no podían revelar los misterios y la magia que se les había mostrado en tan mágica noche.
Desde aquella noche todo cambió. Aprendieron a ayudar a otros niños, a respetar y mostrar cariño a sus familias; aprendieron a confiar la unas en las otras; conocieron los secretos mágicos que les fueron mostrados donde sus fantasías fueron hechas realidad y, lo más importante, aprendieron el verdadero significado de la Navidad y de la vida, porque la bondad, la amistad, la ilusión y la caridad, no deben ser algo exclusivo de estas fiestas, sino que debemos llevarlo grabado en nuestros corazones y no olvidarnos nunca de sacarlo cuando haga falta.
FIN
Autora: Beatriz de las Heras García
Preguntas sobre el cuento.
- Resume brevemente el argumento principal del texto.
- ¿Conoces a alguien que esté pasando por la misma situación que Claudia? ¿Cómo crees que se siente Claudia? ¿Crees que podrías hacer algo para que esa persona se sintiera mejor?
- ¿Te sientes identificado con María o con Andrea? ¿Crees que es bueno ser un mandón o una mandona o portarse mal con los papás y la familia?
- Escribe en 5 líneas una pequeña historia, parecida a la de los osos polares o a la de los alces, que explique algo que te haga sentir mal. Termina tu pequeña historia indicando cómo podrías cambiar esa actitud o ese sentimiento que te pone triste a ti y a los que te rodean.
- Describe en 3 líneas cómo crees que es la ciudad de Papá Noel. ¿Te atreves a soñar con ella?
- Indica tres buenas acciones que te gusta hacer en Navidad ¿Crees que podrías repetirlas a lo largo del año?
- Intenta dibujar la ciudad de Papá Noel con la que sueñas y te ilusionas en Navidad.
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