¿Enseñamos a nuestros hijos el valor del esfuerzo?

qué es esfuerzo¿Qué es esfuerzo? ¿Debemos educar en el esfuerzo a nuestros hijos? ¿Es positivo crear una cultura del esfuerzo en los jóvenes? 

¿Os suena eso de que tendemos a sobreproteger a nuestros hijos? ¿Os suena eso de que son sólo niños…? ¿Os suena eso de que nuestros hijos tienen más de lo que necesitan…?

Todas estas cuestiones han hecho que los niños y niñas se acomoden, que no se esfuercen, ni se responsabilicen de nada, ni siquiera de aquello que ellos mismos desean conseguir.

Si castigas a tu hijo o hija por algo que debía haber hecho y no lo hizo, debes llevar el castigo hasta el final y hacerlo cumplir, aunque nos duela. Pero a veces ocurre que ves verdadero arrepentimiento en sus actos. En ese momento, si él o ella te pide una segunda oportunidad para que el castigo sea perdonado, te recomiendo proponer una solución alternativa. Yo suelo preguntarme: ¿Qué es lo que más esfuerzo le supone a mi hijo? Pues esa será la prueba que deba superar si quiere que el castigo le sea levantado.

De ese modo, le estoy demostrando que si quiere conseguir resolver algún problema o subsanar algo que él mismo ha hecho mal, tendrá que esforzarse, porque la vida es así…nadie te regala sus méritos, las cosas hay que conseguirlas esforzándose y siendo constantes.


El valor del esfuerzo para niños:

Por ejemplo: Si le has puesto un castigo a tu hijo o hija por algo que ha hecho mal y, pasado un tiempo, su actitud es positiva y te pide una segunda oportunidad, pídele que haga algo que le suponga mostrar que de verdad quiere resolver el problema. Así, si a tu hijo o hija le cuesta mucho comer algo, pídele que se lo coma y rápido; si le cuesta vestirse deprisa, pídele que lo haga; si es muy perezoso para estudiar, pídele que lo haga bien y, después de un tiempo prudente, pregúntale la lección a ver si ha sido capaz de esforzarse (no digo que se lo sepa como un papagayo, pero sí debe verse el esfuerzo realizado). 

¡Fijaos que manera tan sencilla de explicar a un niño que todo esfuerzo tiene su recompensa!

Yo siempre le digo a mis hijos que todos cometemos errores, yo la primera, pero que hay que saber enfrentarse a ellos (¡a lo hecho pecho!). Si a uno de ellos se le olvidan los deberes, mamá no va a volver como una loca al colegio a buscarlos, ni va a pedir que se los manden. Mi hijo tendrá que ir al día siguiente y explicar a su profesora que se le olvidaron los deberes. Deberá asumir su error y las consecuencias (que nunca son una catástrofe nacional, y que simplemente  precisan una regañina, en el peor de los casos). De igual modo, sabrá que al día siguiente tendrá doble carga de trabajo, porque habrá acumulado los deberes de dos días. ¿Todo eso supone un drama? ¡Pues no debería serlo! Sólo tienes que hacerle ver que ha cometido un error, que debe asumir las consecuencias y que la próxima vez deberá responsabilizarse de coger sus tareas, en lugar de estar despistado con otros asuntos.

Creo sinceramente que debemos dejar que ellos mismos hagan las cosas por sí solos, que poco a poco alcancen sus propias metas y sean capaces de darse cuenta que con su propio esfuerzo y perseverancia pueden conseguir mucho más de lo que se imaginan. Con eso les estamos haciendo un regalo precioso, su propia autoestima. Porque no hay nada más bonito que conseguir algo por ellos mismo: desde subir una cuesta en bicicleta, hasta comerse un plato de legumbres (si no les gustan); todo puede suponer un mérito personal si consiguen superar la barrera de la pereza y demostrar una gran fuerza de voluntad.

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Acostumbrar a nuestros hijos a ser flexibles al cambio es otro concepto que los hará ser más fuertes y responsables.

Si tienes que mudarte, deberán aceptar el cambio y mostrar fortaleza “entablando nuevas amistades desde cero”.  Si tienes que cambiar a una casa más pequeña, deberán entender que ahora les toca compartir habitación y eso les hará ser parte responsable de la nueva situación familiar.

En la Navidad, cuando  el espíritu consumista se desata, decide qué comprar a tus hijos en base a sus gustos, no a lo que les vayan a comprar a sus amigos, para evitar que  se enfaden por lo que otros tienen.

Deben entender que no todos tenemos lo mismo y asumir que ello no puede suponer un disgusto o una gran frustración. Así, son los padres los que se evitan escuchar los lamentos de sus hijos, pero no le están haciendo ningún favor de cara al futuro. Porque tal y como he dicho al principio, la vida no es así. El vecino o compañero de trabajo puede tener mucho más que tú y por ello no haces un gasto extraordinario (o pides dinero prestado) que te impida llegar a final de mes. Pero si se trata de los niños… ¡pues tampoco!

Si hay algún regalo de algún amigo que le haya impresionado en especial, puedes decirle que se lo comprarás para su cumpleaños, pero no debes enloquecer para evitar que sienta envidia de otros. ¡No pasa nada! ¡La envidia es un sentimiento que también debemos saber controlar! Y si quieren conseguir algo que les encanta, deben intentar conseguirlo sin berrinches. Como ya he dicho, si el juguete les gusta mucho pueden pedirlo para su cumpleaños o incluso pueden ahorrar dinero de la paga para comprarlo por sus propios medios.

Quiero puntualizar que todas las pautas que indico no deben convertir nuestros hogares en un campo de batalla del esfuerzo, sino más bien en un modo de mecanizar actitudes que son positivas para nuestros hijos: vestirse por sí solos, comer bien, estudiar a tiempo, ayudar a un hermano/a, etc.

Todo ello hará que la convivencia sea mucho más llevadera para todos. Y, por supuesto, no debemos hacer llegar este mensaje con gritos ni discusiones, sino de manera que ellos lo puedan entender: un esquema en un papel, unas pautas o tareas a cumplir pegadas en la nevera, normas aceptadas y asumidas de manera natural, etc. Cada cual podrá encontrar su propio método, pero siempre basándonos en el respeto a todos los miembros de la familia, entendiendo nuestras limitaciones (edad, o dificultades físicas) y haciéndonos responsables de lo que pedimos a nuestros hijos y el ejemplo que les damos.

Autora: Beatriz de las Heras García

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