Las navidades de Pablo Lerele

El cuento de Navidad de los Lerele 1

Contenidos

Introducción.

El cuento de Navidad de los Lerele, “La Navidad de Pablo Lerele”, pertenece a nuestra colección de cuentos de Navidad para niños. ¡Esperamos que disfrutes con este cuento!

Los cuentos inventados de la familia Lerele narran las aventuras de tres hermanos, Lucas, Marta y Pablo y sus padres, Teresa y Emilio.

Cuento. “Las navidades de Pablo Lerele”

Este invierno se ha instalado en mi casa la preadolescencia, pero no la mía, sino la de mis hermanos.

Esto de que se disparen las hormonas de los niños hace que los padres cambien su forma de ver la vida. Han pasado, de estar el día entero corriendo detrás de nosotros tres para que no nos abramos la cabeza con nuestras ideas de bombero, a dejarles algo más de autonomía e intimidad, por eso de que necesitan su espacio.

Total, que desde que mis hermanos se han convertido en “mayores”, a mis padres se les ve más relajados, pero las idas y venidas de Lucas y Marta me han hecho quedarme más sólo que la una.

Sin embargo, he de decir que esos momentos de soledad no han durado mucho. Mi amigo Guille, que está experimentado la misma situación que yo, pues con cuatro hermanos mayores, ha pasado de no poder utilizar el baño, a escuchar su propio eco cuando se lava los dientes. Así que, Guille y yo decidimos manipular sutilmente los sentimientos de nuestros padres y ahora cada fin de semana vamos el uno a casa del otro. De este modo, nuestros relajados padres siguen disfrutando de su tan merecida paz.

Este fin de semana le tocaba venir a Guille. Como quedaban pocos días para que nos diesen las vacaciones de Navidad y no teníamos deberes, mis padres dejaron que Guille se quedara a dormir el viernes y el sábado, ¡toma ya! Además, Lucas y Marta iban a pasar todo el fin de semana en una convivencia del colegio y eso significaba que todos los juguetes y consolas de la casa estaban a nuestra disposición.

Mi madre, como de costumbre, se lo curró bastante y nos preparó un fin de semana a lo Harry Potter.

Alquiló varias pelis de Potter para que las viéramos el viernes y sacó entradas para llevarnos a una exposición en la que podíamos ver y tocar los escenarios de la peli. Vamos, que teníamos garantizado un fin de semana de magia.

La tarde-noche del viernes la pasamos viendo las pelis de Potter. Tanta magia y tanto mago suele dejarnos las neuronas bastante tocadas. Así que antes de irnos a la cama para seguir discutiendo sobre la escuela de magia y sobre cómo podríamos entrar nosotros ahí, decidimos bajar a la cocina a por leche y unas galletas de vainilla y chocolate, que habíamos preparado con mi madre esa misma tarde.

Entre mordiscos y sorbos de leche, nos pareció escuchar un ruido extraño en el jardín. Nos asomamos por la ventana y los dos coincidimos en que era el ruido de unos cascabeles.

Pensé que sería el gato de mi vecino, que casi siempre se escapa de su casa y se cuela en nuestro jardín. -Tal vez sus pequeñas y malvadas dueñas, mis vecinas, le han colgado un cascabel para encontrarlo mejor- Pensé para mí.

Después de haber mojado tres o cuatro galletas más en la leche, volvimos a oír el mismo ruido. Nos acercamos de nuevo, pero en esa ocasión nos pareció ver una rama que se movía tras la verja del jardín. – ¿una rama moviéndose? – pensé que era bastante difícil diferenciar la realidad de la ficción porque, como ya he dicho, Harry Potter suele dejarnos en estado de shock durante algunas horas.El cuento de Navidad de los Lerele

Pero entonces, mi amigo Guille tuvo un pensamiento revelador.

– Son muchas coincidencias. ¿No te parece?

– ¿Coincidencias de qué? – conteste al tiempo que pensaba que Guille estaba bastante peor que yo.

– Pues coincidencias de todo…

Primero: quedan pocos días para que venga Papá Noel.

Segundo: seguro que sus ayudantes andan comprobando si de verdad somos niños buenos, o es sólo que lo ponemos en nuestra carta.

Tercero: Hemos escuchado un cascabel, como el de Papá Noel.

Y, por último, ¿alguna vez has visto una rama moverse de ese modo? Está claro, es un reno.

Guille tenía razón, ¿cómo no lo habría pensado yo? Este chico siempre me sorprendía.

– Tenemos que hacer algo para llamar su atención. ¡Ya lo tengo! Vamos a dejarles unas galletas de chocolate y vainilla en la puerta del jardín para que, al entrar a por ellas, nos vean jugando y charlando tranquilamente. Así, no les quedará ninguna duda de que somos tan buenos como hemos dicho en nuestras cartas.

– Eres un genio- dijo Guille.

Y así lo hicimos. Preparamos el reclamo perfecto y nos fuimos a la cama, para no despertar sospechas.

Al día siguiente fuimos a la terraza para ver si se habían comido las galletas, y estaba claro que las habían devorado, porque no quedaban ni las migas.

– ¿Lo ves? Se han comido las galletas. – dijo Guille.

Lo que todavía nos generaba dudas era si el que estaba merodeando por mi casa era Papá Noel o su ayudante.

Decidimos preparar algo más de comida para dejar en la terraza por la noche y como no teníamos mucho tiempo, porque mamá nos llevaba a la exposición de Harry Potter, cogimos pan de molde y nos pusimos manos a la obra con unos riquísimos canapés  de navidad.

Nos quedaron deliciosos y el toque navideño de los moldes, con forma de estrella y de bola de Navidad, seguro que sorprendería a nuestro observador.

Justo cuando habíamos terminado nuestros canapés apareció mi hermano Lucas.

Por lo visto se encontraba algo mal y había vuelto antes de lo previsto de su convivencia. Por si las moscas, escondimos los canapés, porque Lucas es de los que come primero y después pregunta si eso tenía dueño. Vamos que, si no escondíamos bien los canapés, podíamos encontrarnos sin ellos y, lo que es peor, no podríamos dejar nada a Papá Noel.

Rápidamente planificamos una estrategia para despistar a Lucas.

Mientras Guille hablaba con él sobre el último videojuego que se había comprado, yo saqué los canapés y los dejé sobre la mesa de la terraza.

Pronto, la conversación que Guille intentaba mantener con Lucas terminó. Mi hermano se fue a su cuarto para no tener que escuchar más a mi amigo. Nuestro plan había salido a la perfección, pues los preadolescentes suelen estar demasiado ocupados con sus propios pensamientos, como para prestar atención a dos pardillos como nosotros.

Cuando dejé los canapés en la terraza, me dio la sensación de que estaban un poco solos allí sobre la mesa, así que, en un abrir y cerrar de ojos, cogí unas cuantas vías de mi tren y las coloqué para que rodearan los canapés. Cogí mi tren favorito, le puse pilas nuevas y lo dejé dando vueltas sobre las vías. El cuento de Navidad de los Lerele

– ¡Oh!, ha quedado genial, Pablo. A Papá Noel le va a encantar – dijo Guille.

– O a su ayudante – puntualicé yo.

En ese momento mamá nos reclamó.

– ¡Chicos, nos vamos!

Estaba siendo un fin de semana increíble. La visita de Papá Noel o su ayudante, las pelis de nuestro mago favorito y ahora la exposición de Potter.

Salimos de casa con la cabeza puesta en nuestros canapés, pero cuando entramos en la exposición de Harry Potter, se nos olvidó por completo todo.

Habíamos entrado en los escenarios de nuestra película favorita.

Era como si nosotros fuésemos estudiantes de Hogwarts, la escuela de magia de Potter.

De regreso a casa, no nos acordábamos de la visita de Papá Noel y de los canapés. En nuestra cabeza solo podíamos vernos montados en la escoba de Harry y preparando hechizos y conjuros.

Cuando ya nos íbamos a la cama, escuchamos un ruido extraño en la terraza y rápidamente recordamos que habíamos dejado los canapés allí.

No había rastro de los aperitivos, así que alguien se los debía haber comido. Pero el sospechoso ruido no tenía nada que ver con Papá Noel, sino que provenía de mi tren que se había atascado en una de las vías. Pensé que podía haber sido el gato de los vecinos el culpable de haberlo hecho descarrilar, porque Papá Noel parece un hombre muy cuidadoso, así que habría tenido cuidado de no sacarlo de las vías.

Lo apagué y nos fuimos a dormir. Habían sido demasiadas emociones en tan solo dos días y los dos estábamos agotados.

A la mañana siguiente, los padres de Guille vinieron a recogerlo.

Daba gusto ver la cara de calma de sus padres tras un fin de semana sin niños. Hasta parecía que su padre había recuperado algo de pelo.

La mañana del domingo la dediqué a poner en orden mis libros y películas, hasta que mamá me ofreció ayudarla a preparar un riquísimo flan de turrón. Todos los años, mis padres, reciben una cesta de navidad de sus trabajos y se juntan con muchísimo turrón que nunca terminamos de comer. Por eso, mi madre suele buscar recetas nuevas para dar salida a las tabletas de turrón que nos invaden estos días.

A la tarde, cuando llegó Marta, todo volvió a la normalidad. Tenía ganas de que llegara, porque ella ya había ido a la exposición de Harry Potter con nuestra tía y estaba deseando contarle lo mucho que me había gustado.

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Así que nada más entrar por la puerta de casa, la abordé con mis historias y, como casi siempre, ella se sentó conmigo para escucharme y reírse, porque siempre le hago reír.

Pero justo cuando estábamos en lo mejor de la conversación, entró Lucas y dijo algo que me dejó un poco confundido.

– Pablo, menuda pinta los canapés que preparasteis ayer Guille y tú.

– ¿No te los comerías tú? ¡No eran para ti!, eran para….- me callé antes de desvelar mi secreto. Pensé que si se había comido los canapés y Papá Noel lo había visto, este año no le traería lo que había pedido en su carta. ¡Se lo tendría bien merecido!

– Marta se metió en la conversación para evitar que fuésemos a más.

– Venga Lucas, quieres dejar a Pablo tranquilo…como te gusta fastidiarle, ¡eh!

Estaba bastante enfadado con Lucas, así que no quise preguntarle si se había comido los canapés o si sencillamente los había visto.

La diferencia era importantísima, porque si él no se los había comido, entonces no cabía duda de que Papá Noel nos había visitado.

Pasaron los días, llegaron las vacaciones y, al fin, estábamos en Navidad.

Cada año, por Nochebuena, juntamos en mi casa a todos los primos, abuelos y tíos. Así que durante dos días mamá nos tiene a todos como soldados: limpiando, ordenando y, lo más divertido, ayudando en la cocina.

Nunca he entendido para que tenemos que limpiar tanto, si en un par de horas la casa está como si hubiese pasado una manada de rinocerontes por ella.

El cuento de Navidad de los Lerele

Bueno, lo cierto es que yo suelo escaquearme de la limpieza. Me gusta más apuntarme a las labores culinarias, ¡que son mi punto fuerte!

Pero en esta ocasión, no pude hacer demasiado. Bueno, sí que hice mucho, aunque no fue tan divertido como yo pensaba. Mamá iba a preparar gulas con cola de gambón y había mucha gamba que pelar para dejarlas preparadas para el día siguiente. ¡Y me tocó! Acabé con los dedos naranjas y un dolor de brazos alucinante…Total, para que luego los halagos se los lleve mi madre por el buen punto que le da a las gulas con gambas. ¿Punto? Punto es el que le he dado yo con el sudor de mi frente y las yemas de mis dedos.

Para compensar un poco el esfuerzo de las gambas, mamá me dejó preparar los canapés navideños que ya había preparado hacía unos días para Papá Noel. ¡Eso sí que fue divertido!

Incluso sin ser valorado como me merecía, la cena fue un éxito y nos lo pasamos en grande. Además, siendo la noche que era, no podía empezar a quejarme o a querer ser el más importante, no fuese que Papá Noel cambiase de opinión con respecto a mí.

Este año había pedido el último modelo de locomotora teledirigida y la caja incluía la estación de tren y varios extras que eran impresionantes. Así que no podía permitirme ningún desliz en mi comportamiento…porque como todo el mundo sabe, Papá Noel no se anda con chiquitas.

Cuando todos se fueron, ayudamos a dejar la casa algo más recogida para que Papá Noel no flipase con el desorden cuando entrase a dejarnos nuestros tan merecidos regalos.

Pero justo antes de acostarnos, Lucas se acercó a mí y me dijo…- riquísimos los canapés, hermanito.

Ya está, de nuevo había sembrado la duda.

– ¿A qué te refieres? ¿Dices los de esta noche o te comiste los que había dejado en las vías del tren? ¡Confiesa! –

Mamá nos hizo callar desde su habitación, advirtiendo que Papá Noel no entraría en casa si había niños despiertos.

Me metí en la cama… ¿Qué pretendía mi hermano? ¿Querría que me enfadara con él? ¿Por qué querría comerse los canapés que había dejado en la calle? ¿Es que no se daba cuenta de que portándose mal conmigo iba a conseguir que le trajeran carbón?

Por otro lado, me quedé bastante triste, porque si él se había comido los canapés, tal vez Papá Noel no había venido a visitar mi casa, tal y como yo pensaba. Incluso cabía la posibilidad de que las galletas se las hubiese comido el gato de los vecinos.

Estaba tan cansado que, aún con la pena de pensar que no había recibido ninguna visita mágica del Polo Norte, me quedé dormido en un santiamén.

Y por fin llegó la mañana más esperada del año.

– Chicos, alguien ha pasado por aquí mientras dormíamos – gritó papá desde el salón.

Me levanté de la cama de un salto y, sin ponerme las zapatillas, bajé como un rayo hasta el salón.

– ¡Si! Ese es mi tren. ¡Gracias Papá Noel! – grite sin remilgos.

No podía frenar la emoción que sentía. Papá Noel había colocado mi nuevo tren sobre unas vías que daban la vuelta al árbol de Navidad. Con eso confirmaba que había estado rondando mi casa los días pasados. Daba lo mismo si Lucas, o el gato de los vecinos se habían comido las galletas o los canapés, porque él había visto mi esfuerzo y me había traído el tren, incluso lo había colocado sobre las vías, tal y como yo hice con los canapés.

Marta bajó enseguida y también se llevó una gran alegría al ver que le habían traído el patinete y los libros que había pedido. –Mira, Pablo, ¡mira mi patinete, es de los buenos!…Mira que ruedas…

El último en bajar fue Lucas. Llevaba unos días enfadado con la vida, o conmigo, o con los dos. Lo cierto es que lo que sucedió era de esperar.

– Mira Lucas, Papá Noel te ha dejado un par de cosas y una notita. – señaló papá.

Lucas cogió la notita y el paquete que venía marcado con el número 1. No nos contó lo que ponía en su nota, y tampoco le preguntamos, porque parecía que no era una carta muy amistosa.

Abrió el primer paquete y allí estaba.  Nunca había entrado algo así en mi casa. Marta y yo nos retiramos porque no sabíamos cómo podía reaccionar Lucas. El primer paquete contenía CARBÓN.

La cara de mi hermano era un poema. Creo que en ese momento su enfado se dirigió al mundo entero…

Entonces, mamá se acercó con el segundo paquete, en el que venía el número 2. Supongo que seguían las instrucciones de la nota que Papá Noel había dejado.

Lucas lo abrió y…, bueno…, su sonrisa lo dijo todo.

Papá Noel es un tío genial. Primero asustó un poco a Lucas, pero al final le trajo lo que más quería, el videojuego que llevaba meses pidiendo y un libro de historias de terror que estaba como loco por leer.

Marta y yo estábamos sentados observando la potencia con la que se deslizaba mi tren, cuando Lucas se acercó a nosotros y se unió a la diversión.

Creo que papá y mamá también tenían regalos, pero estábamos tan emocionados los tres, que no nos dimos cuenta de lo que les había traído Papá Noel.

Lucas se acercó para decirme algo al oído – Eh, Pablo, no sé quien se comió los canapés que dejaste en la vía, pero me pareció escuchar un cascabel ese día en el jardín. –  y me hizo una de esas caricias en el pelo que me dejan despeinado para todo el día.

– Gracias, Lucas – sonreí.

Y así fue como pasamos nuestra mañana de Navidad y como descubrí que Papá Noel siempre, siempre, siempre, comprueba si lo que ponemos en las cartas es o no verdad.

El cuento de Navidad de los Lerele

FIN

Autora: Beatriz de las Heras García

Ilustradora: Alba Pérez España

Preguntas sobre el cuento “Las navidades de Pablo Lerele”

  1. ¿Qué les pasa a los hermanos de Pablo? ¿Es una enfermedad o algo típico de la edad?
  2. ¿Cómo afecta eso a los papás Lerele? ¿y a Pablo? ¿Y al amigo de Pablo, Guille?
  3. ¿Qué pelis ha preparado la mamá Lerele? ¿Qué espectáculo van a ir a ver?
  4. Cuando Pablo y Guille ven las pelis de su mago favorito ¿cómo se quedan?
  5. ¿Qué creen ver en el jardín? ¿qué hacen para comprobar si sus sospechas son ciertas?
  6. ¿Cómo intentan evitar que Lucas vea los canapés?
  7. ¿Qué dice Lucas a Pablo que le hace ponerse triste?
  8. Cuando Lucas baja la mañana de Navidad al salón ¿que se encuentra?
  9. ¿Crees que los preadolescentes suelen estar enfadados sin motivo? ¿por qué crees que les pasa eso? Explícalo con tus propias palabras.
  10. ¿Qué crees que ponía en la nota Papá Noel?
  11. ¿Cómo crees que reacciona Lucas? ¿Se lo toma bien? ¿mejora su comportamiento hacia Pablo?

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