EL REINO PERDIDO
Contenidos
Introducción.
CUENTOS DE NIÑOS. “El reino perdido” es un cuento escrito e ilustrado por Cristina Chiva Ortega, una seguidora de CuentosyRecetas que, con tan sólo 14 años, ha escrito esta precioso cuento. ¡Enhorabuena Cristina!
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El reino perdido narra la historia de Luis y Diana, dos jóvenes que un día encuentran un misterioso amuleto que les abrirá las puertas a un mundo mágico, donde todos sus habitantes desconfían del prójimo. ¿Serán capaces Luis y Diana de resolver el misterio del amuleto? ¿Podrán ayudar a los habitantes del reino a recuperar la confianza y el amor?
El reino perdido es un cuento de fantasía que nos traslada a un mundo de elfas, ogros, princesas o magos donde los pequeños no podrán parar de leer hasta conocer el final de esta trepidante historia.
Cuento de niños. “El reino perdido”
Capítulo 1. Una extraña letra.
Luis y Diana paseaban un día de primavera por un parque cuando se encontraron un extraño amuleto en forma de “C”.
Lo tomaron en las manos, planteándose si procedería de algún llavero…
-¿Será de un tal Cesar?, ¿O de una Celia?, ¿Cecilia?, ¿Cristina? , ¿Cristóbal?
Alternaban los nombres que se les ocurrían a uno y otro hasta que Diana se paralizó.
-¡Mira Luis! ¿Ves esa silueta ahí en el suelo? ¡Es justo el mismo relieve de la “C” que acabamos de ver!
Lo aproximaron para compararlos y percibieron lo que podía ser el efecto de un imán: silueta y objeto se juntaron y se abrió una compuerta allí mismo, como una grieta que les introdujo en un mundo misterioso…
¡¡¡Estaban en el Reino Perdido!!!!
Estupefactos, tardaron un buen rato en reaccionar. ¿¿Qué hacían ahí?? Era un lugar de colores intensos, como si de un cuento se tratara.
Se fijaron en un edificio muy raro, con un tejado con forma de libro y madera de roble.
Se quedaron perplejos. Ambos decidieron entrar.
Capítulo 2. En la biblioteca.
Dentro había un muchacho que lucía vistosas gafas. Les recibió cordial:
-Mi nombre es Carlos. ¿Quienes sois vosotros? Nunca os he visto por aquí.
-¡Estamos perdidos!, este chisme nos ha traído a este lugar. -dijeron mostrándole el extraño objeto. -¿Acaso es tuyo? Parece tu inicial…
Carlos se maravilló al verlo, pero no era suyo.
Consultó sus libros fijándose en algo que nunca había considerado antes: ¡Una importante cantidad de sitios de su increíble país empezaban por la letra C y venían en el mapa señalados con ese mismo anagrama.
-¡Bienvenidos al reino perdido! Mirad lo que indican los pergaminos: Esa C es la inicial de la “Cueva”, la “Cascada”, el “Castillo”, el “Campamento”, la “Ciudad olvidada”…
Quizá si vais a visitar estos parajes obtengáis más información.
Y les dio un mapa.
-¡Caray!¿Por dónde empezamos?-Quiso saber Diana.
-Lo más próximo a mi biblioteca es la cueva. En ella vive una tribu de cuatro tipos que visten una gruesa capa color azul intenso. Son simpáticos. Pienso que podéis fiaros de su consejo porque conocen muy bien nuestro mundo.
Tras esta información, fueron directos hacia el punto señalado del mapa, sin olvidar dar gracias a Carlos, que tanta ayuda les había aportado.
Capítulo 3. Una tribu un poco azul.
Estaba oscureciendo. Se fijaron en la luz de una hoguera alrededor de la cual se intuían cuatro figuras, una en pie y tres sentadas. Parecían concentrados en una importante conversación . Al acercarse, contemplaron sus caras de preocupación. Cuando les vieron, todas se giraron.
-¿Quiénes sois?- preguntó la chica que estaba de pie.
– Venimos de la biblioteca, Carlos nos ha enviado aquí.
– ¿Podemos saber por qué?- dijo con curiosidad uno de pelo oscuro.
– Por ésto – exclamó Diana, enseñándole el curioso amuleto. Carlos nos ha dicho que debemos llegar hasta los lugares señalados con una “C” en su mapa para desvelar el misterio de este objeto, pero ni él ni sus libros saben muy bien por qué ni para qué y nos ha recomendado preguntaros a vosotros, los habitantes de la Cueva.
La primera chica, que tenía una larga trenza castaña, aclaró:
-En realidad, aunque vivimos aquí, nuestro nombre no es el de “habitantes” sino el de “Tribu Azul”.
Acto seguido señaló su cuello donde colgaba una T. ¿Dónde encontrasteis esa “C”?, ¿No es de Carlos?
-Nos ha dicho que no es suya- contestó Luis. -No podemos explicaros donde estaba… era en nuestro mundo… Un mundo real en el que hay día y noche, y…
-¡Pero este mundo es real!- Dijo un joven -Y también hay día y noche… De hecho deberíais quedaros a dormir con nosotros y mañana continuáis con la investigación.
-Sois muy amables. Descansaremos aquí mismo.
-Vale–Dijeron con gesto de preocupación por la imposibilidad de regresar a sus casas- Y luego… ¿Dónde podríamos ir?
-¿Desde aquí?… -Ojearon el mapa- Mmm… Lo más cercano es la cascada de los elfos.
El chico alto de azul la interrumpió: -Eso puede ser peligroso. Los elfos están revueltos, no permiten que pisemos los bosques que habitan a los que llaman suyos cuando son de todos. Nos acusan de destrozárselos… De eso hablábamos cuando vinistéis.
Corren tiempos difíciles. En este reino se está perdiendo el confiar en los demás. Optamos por refugiamos en la cueva. Hace años que no nos relacionamos con el resto porque nos deprecian.
Y así continuó contando un relato de ofensas e insultos tan sumamente triste que dejó el ambiente mudo. Poco a poco dominó el silencio y quedaron dormidos.
Por la mañana, Luis y Diana comentaron entre sí cómo era posible que aquella tribu tan amigable estuviera enemistada con el resto del reino. A pesar del terrible panorama que les habían mostrado, los aventureros empezaban su jornada con una nueva ilusión, más allá de entender un enigma: la de intentar ayudar a la Tribu a poder salir algún día de su cueva.
Al despedirse les obsequiaron con uno de sus colgantes de la “T”, como símbolo del mutuo deseo de volver a encontrarse.
Capítulo 4. Las elfas traviesas.
Partieron temprano, pero no tardaron en llegar al bosque de los elfos, que parecía deshabitado.
Sólo al final de un largo recorrido vislumbraron la cascada y en ella a dos pequeñas elfas muy ocupadas.
Estaban practicando tiro con arco, y al verlos se abalanzaron contra ellos y los ataron a un árbol antes de que pudieran reaccionar.
Nos habéis confundido con otros, ¡nosotros no queremos causar problemas!- Sollozó Diana, sin lograr convencer a las elfinas que no atendían a razonamientos.
Luis sintió la necesidad de ser amable pese al durísimo recibimiento :
-Hermosas criaturas, somos amigos. Hemos estado con Carlos el bibliotecario y con la tribu azul. Mirad, nos ha dado su “T”. Nos han pedido que exploráramos el reino perdido en son de paz, siguiendo este mapa. ¡Ah! ¿Os pertenece por casualidad esta letra “C” misteriosa?
Las elfinas se miraron entre sí muy sorprendidas
-¿Y cómo os habéis atrevido a llegar hasta aquí?, ¿Por qué nos preguntáis eso?
-Porque es la inicial de vuestra cascada.
-Pero en nuestra cascada no hay ninguna letra. De eso estamos seguras. La interrumpió la otra elfa:
-Además nuestra letra no es la “C” sino la “E”
Ambas elfas se miraron cara a cara: ¿Se la regalamos?. Al fin y al cabo les hemos dado un susto espantoso y no tenían mala intención. Y dicho eso soltaron sus cuerdas y colgaron su “E” sobre su cuello.
-¡si la tribu os ha dado su “T” nosotras no vamos a ser menos!
-Muchísimas gracias, Elfitas. Y ahora decidnos: ¿A quién teméis?, ¿Por qué nos habéis atrapado con tanta fuerza y no paráis de ensayar con el arco?
-Desconfiamos de todos. Nos tiran basura a la cascada, nos contaminan el bosque, nos pisotean… Nadie nos saluda. Cuando él (señalaron a Luis) pronunció eso de “Hermosas criaturas” nos sentimos realmente reconfortadas. Aquí nadie utilizaría ese lenguaje. Por eso hemos sabido que erais amigos.
-¡Sí! Y os vamos a ayudar a que cuiden este paraje tan bonito. Gracias por acogernos; ¿Cuál os parece el siguiente lugar que deberíamos visitar?
Pensaron en el castillo. -Está allí… ¿Veis la torre? -dijo una elfa señalando el horizonte? Pero no tardéis en marchar porque hay un trecho. Y los magos que lo habitan no son muy simpáticos.
Capítulo 5. Unos magos no muy majos.
Y avanzaron hacia la torre del castillo, donde fueron recibidos con un grito estrepitoso:
-¿QUIENES SOIS?
Ellos respondieron: -Luis y Diana…
Querían explicarles por encima su misión pero se vieron interrumpidos…
-¡ME DA IGUAL, NO OS CONOZCO! ¡LARGAOS DE AQUÍ!
-Por favor… escuche… es importante. ¡Te lo ruego!
– EN ESE CASO, SOLO ENTRARÉIS SI ADIVINAIS ESTE ACERTIJO: ¿QUÉ ES AQUELLO TAN SABIO, CON TANTAS HOJAS, QUE VA CRECIENDO POR CADA PALABRA?
Meditaron entre ellos…
-¿Un árbol? -Decía Luis.-Tienen muchas hojas y cada vez crecen más porque cuando hablas los árboles siguen creciendo, aunque lentamente.
-Ya pero han dicho “aquello tan sabio”- objetó Diana.
– ¡Tengo la solución!- dijo Luis – la respuesta es… ¡¡¡el libro!!!
-ENHORABUENA, HAS ACERTADO. PASA. TIENES EXACTAMENTE 1 MINUTO PARA HABLAR.
Entonces la puerta se abrió. Durante el transcurso hasta la cima de la torre, tuvieron que resolver todo tipo de adivinanzas, pero lo lograron. Al final, vieron a dos magos: Épsilon y Resio. En frente de ellos, había dos chicas: Beta y Lena, que eran las aprendices.
-Hola. Esperemos no haber interrumpido nada importante. Venimos de muy lejos atraídos por esta letra “C”. ¿Por un casual es el emblema de vuestro castillo?
-No. ¡Para nada! Nuestro castillo no tiene ni bandera ya. La robaron unos bandidos. Está que se cae.
-Vaya… Este reino perdido necesita ayuda- Observó Diana.- Ya nos han dicho la tribu y las elfas que pasais por tiempos difíciles…
-¡Vale ya! fuera de aquí, se os acaba el tiempo.- y señaló un reloj que tenía en la mano.
Diana les iba a enseñar las letras que había reunido pero del susto se le cayeron.
– ¡Espera! Somos los mas sabios de todo el reino: ¿esas letras son algún acertijo?
-No creo- confesó Luis. – Nos las han dado los distintos habitantes que hemos visitado.
Beta y Lena, las jóvenes aprendices, se presentaron: Disculpad el tono de Epsilon. Nosotros somos los Magos. También llevamos una letra, pero en este caso es la “M”.
“Al menos las chicas son más amables” pensó Diana. -les preguntaremos a ellas. ¿y sabéis de donde puede venir esta C? (ese sería el único acertijo que nos gustaría resolver…).
Lambda les susurró al oído para evitar reprimendas de sus maestros: – En este mismo castillo viven las princesas… Id a preguntar a ellas, por si conocieran algún secreto oculto… Lo cierto es que últimamente no se llevan muy bien con los magos.
-Ojalá nosotros podamos reconciliaros…-Comentó Diana; y enseguida la interrumpió la otra aprendiz:
-Se me ocurre que os llevéis también nuestra “M” como símbolo de que no queremos encerrarnos entre hechizos y conjuros sino que añoramos un poco la cordialidad.
-Bien, dijo Luis. ¿Y dónde están exactamente?
-Debéis salir de la torre y acceder a las naves centrales. Adoran la música… Escuchad por si el viento os trae ecos de su presencia…
Y así lo hicieron. Se despidieron agradecidos y comentaron la singularidad de los personajes que se encontraban… todos deseosos de cariño pero aislados en sus clanes.
Capítulo 6. Las princesas se presentan.
A lo lejos escucharon un sonido musical y caminaron hacia el lugar del que parecía partir: una sala con luminosas ventanas abiertas que dejaban ver en su interior a dos hermosas damas practicando con sus instrumentos: violín y arpa. Las miraron embelesados.
De pronto la chica del arpa les divisó y dejó de tocar.
-¿Quién anda ahí? ¿Forasteros?
-Mmmmm… Muy buenas, altezas (Nunca hasta ahora habían tenido trato con la realeza así que con palabras forzadas tuvieron que narrarles el misterio que les había llevado hasta allí):
Hemos encontrado esta “C”. Aquí nadie parece darle mayor importancia pero en nuestro mundo nos mostró un poder especial abriendo una grieta que nos condujo a este mundo perdido. ¿Os suena de algo?, ¿No corresponde a ninguna señal del castillo? Pensamos que si se complementa con algún amuleto os mostrará sus poderes. Y se la enseñaron.
-Pues la verdad es que no la habíamos visto antes- dijeron sorprendidas.
Diana sacó las otras letras: -¿Y esta “T”, esta “E” y esta “M”… las conocéis?
Las princesas se sonrojaron. Negaron con la cabeza pero su mirada tímida las delataba…
-¿Seguro?. La “C” no la reconoce nadie, pero las otras letras sí que tienen dueños…
Las princesas se sinceraron:
-¿Pertenecen a la tribu, a los elfos y a los magos? ¿Y como las han compartido con vosotros, forasteros, cuando a nosotras nos niegan el saludo y nos marginan dentro del castillo?
-Bueno, aquí todos os quejáis de que os aíslan, pero en realidad tenéis por dentro un gran deseo de amistad y de compartir…
-La verdad es que desconfiamos unos de otros tanto que la guerra va a ser inminente. Ayer paseando escuchamos a los legionarios decir que iban a atacar nuestro castillo… Simplemente porque es muy espacioso.
-¿Dónde viven ellos? -se interesó Diana- ¿Tienen problemas?
-El el campamento. Se quejan siempre de frío, de hambre… pero son ellos los que han elegido vivir así.
Luis miró el mapa y observó que la siguiente “C” marcada en él era la del Campamento, así que les propuso:
-Altezas, disculpen pero vemos interesante ir a hablar con los legionarios. Tal vez podamos evitar esa guerra si somos capaces de atender sus necesidades sin usar la violencia y establecer un acuerdo.
-Eso estaría muy bien.- Sonrió la princesa- Contad también con el colgante de nuestra inicial para que vean que vais en son de paz, pues pueden ser peligrosos.
-Sí Luis, vayamos antes de que sea… -Pero antes de que Diana pudiera acabar la frase, un sonido extrañísimo sonó por todo lo alto. Era la señal de ataque. Los legionarios habían entrado en acción.
Capítulo 7. Unos legionarios… algo enfadados.
Luis corrió con Diana a la velocidad de la luz. A las afueras del castillo se divisaba un regimiento de soldados uniformados a caballo. Como no tenía bandera usó el mapa a tal efecto. -¡¡¡Esperad!!!, ¡¡Tregua, tregua!!, ¡No disparéis!
-¿Quiénes son ustedes?- Preguntó el capitán de la tropa
-Amigos. Somos amigos. Venimos en son de paz.
-¿A qué venís?
-A intentar resolver sus problemas sin usar las armas. Por favor: ¿Por qué quieren atacar?, ¿Qué necesitan?
-Necesitamos un hogar, comida y calor. Vivimos en el campamento, en tiendas de campaña sombrías resistiendo temperaturas extremas y con dificultades para alimentarnos. Se supone que el Rey del castillo nos contrató para protegerlo de los ogros, pero desde que falleció, sus hijas no hacen otra cosa que tocar música sin preocuparse por nadie de este mundo. Si al menos nos dejaran vivir bajo su techo…
Les pareció que sus súplicas eran razonables. Luis les advirtió, no obstante, que si gastaban sus fuerzas en revelarse contra las princesas… ¿Qué pasaría si llegaban los ogros?
Pero tal pregunta fue un mal presagio, porque inmediatamente apareció un personaje de enormes dimensiones monstruosamente feo seguido de otros tantos detrás. Se estremecieron. El estruendo había despertado a los ogros…
Capítulo 8. ¡Los ogros también leen!
El reino perdido estaba más perdido que nunca. Diana recordó su misión y balbuceó equidistante entre los legionarios y los ogros… ¿Por un casual alguno de ustedes reconoce el signo de la “C”?
Y no sabemos si por cobardía o por lo absurdo de la cuestión, ogros y legionarios soltaron sus armas y rompieron a reír como si de un chiste se tratara.
En voz baja se oyó a un soldado susurrar a otro: -Pero que dice esta chica… ¡si los ogros no saben ni leer!-… Con tan mala suerte que un ogro lo escuchó.
-¡Los ogros leemos perfectamente!- Vociferó uno de los gigantes. -Durante años y años nos habéis despreciado como si fuéramos monstruos y no habéis contado con nosotros para nada. Los ogros tenemos algunas costumbres peculiares, pero no vamos por ahí aplastando a la gente como habéis hecho creer a los niños. ¡Ya nadie nos quiere, nadie se preocupa por nosotros! Hemos ocupado la ciudad olvidada, que era la capital de este mundo, porque cuando nos vieron sus habitantes echaron a correr a un reino vecino…
Luis vio en el mapa que la Ciudad del Olvido era el siguiente y último lugar señalado en el mapa con la “C”.
-¿Habéis dicho la Ciudad del Olvido?, ¿Y seguro que en esa ciudad no habéis visto un símbolo como esta letra? (en algún banco, o parque, o edificio…)
-Nunca la hemos visto,- dijo otro ogro- pero nos hace mucha ilusión que nos hayáis preguntado y que confiéis en que sabemos leer y hacer mucho más de lo que otros creen. Mira, esta nuestra letra: la “O”. Y se quitó un collar del que colgaba su “O”.
-La nuestra es la “L”- Admitió uno de los legionarios que también soltó su colgante.
Capítulo 9. La letra “C”
Luis y Diana sacaron el resto de las letras que guardaban en su bolsillo. Tenemos una T, una E, una M, una P y ahora una L y una O.
-T-E-M-P-L-O- se oyó decir a un ogro.
Mientras Diana aplaudía su excelente lectura, Luis dio un brinco de alegría: -¡Síiiiii!. Mirad el mapa. El semicírculo al que todo el rato estábamos llamando “C” lo que representa es el tejado de la cúpula del templo- Y girando la C pudo situar aquella figura justo encima de lo que en mapa era la cúpula de un templo en el centro del reino perdido.
asombro fue general. Llovía, y los protagonistas invitaron a todos a refugiarse en el castillo, pero en un cobertizo, no fuera a ser que los magos se enteraran de que el enigma lo habían descubierto los ogros y se armara la gran batalla.
Diana se quedó con ellos para prevenir este encuentro y Luis corrió al templo. Allí, en su preciosa cúpula, encontró este rótulo: “AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS”. Él lo tenía claro, pero… ¿Cómo hacer para que los habitantes del reino perdido le creyeran?
Volvió velozmente con el mensaje. Al pronunciarlo, el cielo le brindó la ayuda que necesitaba: Conforme decía la frase “Amaos los unos a los otros”, lo que había sido lluvia se transformó en pétalos de rosa, y un amplísimo arco iris reprodujo ese semicírculo al que horas atrás llamaban “C”.
Capitulo 10. Un final feliz.
La tribu y los elfos acudieron también al castillo de donde parecía salir una luz abrumadora. Y uno a uno se fueron pidiendo perdón de un modo casi automático:
Los elfos se arrepintieron de ser tan desconfiados, y permitieron el paso a sus preciosos bosques.
La Tribu Azul pidió perdón por no haber querido saber nada acerca del resto de los pueblos en épocas de socorro.
También los magos se disculparon por su desagradable tono al hablar y por no ser capaces de ayudar a nadie con sus conjuros.
Las princesas lo hicieron por su talante arrogante y por no haber sido generosas con sus bienes, e invitaron a los legionarios y a quien lo necesitara a vivir en su castillo
Los legionarios se disculparon por ser escandalosos y violentos, y por haber provocado la ira de los ogros en vez de mantener la paz.
Los ogros reconocieron su vicio por estropear aquel reino con basuras y suciedad y aseguraron que no lo volverían a hacer.
Y lo mejor de todo es que se cumplió: Desde aquel día cada uno tenía su papel en el reino perdido, que pasó a ser un entorno idílico donde todos trabajaban para ayudar a los demás y eran eternamente felices.
Entonces, después de haber devuelto la alegría a aquel lugar, Luis y Diana volvieron a su hogar.¡ Y nunca olvidaron la importancia del amor!
FIN
AUTORA: Cristina Chiva Ortega
ILUSTRADORA. Cristina Chiva Ortega